Si vas a Nicaragua y ves una montaña con rocas talladas con hermosas esculturas, es obra del escultor de Nicaragua Alberto Gutierrez, un campesino de 78 años que vive solo, sin acceso a televisión, Internet, teléfono, ni energía eléctrica, pero que se las arregla para realizar estos trabajos que cautivan a los turistas.
En una recóndita montaña de Nicaragua, especificamente en Jalacate, ubicada en la reserva natural de Tisey, Alberto Gutiérrez, esculpe desde hace más de 40 años sobre las rocas figuras de indígenas, héroes, animales y símbolos religiosos usando un clavo como cincel y una piedra como martillo.
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«Si no hubiera soñado, no hubiera hecho nada de estas maravillas»
Alberto Gutierrez
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Su pasión por la escultura surgió a partir de un sueño que tuvo cuando era pequeño y que comenzó a materializar a los 34 años sobre el peñasco del cerro Jacalate, en el norteño departamento de Estelí, donde conserva sus obras como un templo.

Imagen: elcomercio.pe
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«Ha sido una felicidad que Dios me haya dado este talento»
Alberto Gutierrez
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El primer dibujo de este hombre fue tallado en una peña, cuya altura supera los mil 300 metros sobre el nivel del mar. A raíz de esa obra de arte, Don Alberto ha trabajado hasta el cansancio llegando a la cifra de tres mil 500 obras que han provocado, desde 2004 a la fecha, la visita de 44 mil personas.

Imagen: TN8
Las rocas han sido talladas también con escenas que asegura haber soñado o visto, entre las que destacan la de una paloma del espíritu santo cargando al niño Jesús, un soldado defendiendo la revolución y el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.
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«Con tres clavos y un martillo de piedra hago mi cultura y sigo haciendo más cosas hasta que fallezca»
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Desde su santuario, don Alberto observó pasar en los años 70 a los guerrilleros que se movilizaban por la montaña para combatir la dictadura somocista, que le preguntaban curiosos qué hacía escondido en el monte.
«Les decía que estaba haciendo mis dibujos», rememora.
Le llaman «el ermitaño» porque vive solo, cerca de sus esculturas, en una pequeña finca que comparte con sus hermanos, sin acceso a televisión, Internet, teléfono, ni energía eléctrica.
Su único medio de comunicación es un radio, aunque conversa con los turistas que llegan a ver sus obras y gente de las comarcas vecinas a las que acude a buscar comida o materiales.
Aunque no estudió, aprendió a escribir su nombre y algunas palabras, conoce la historia de su país, recita versos inspirado por su imaginación y tiene una memoria privilegiada.
Recientemente decidió incursionar en el dibujo con marcadores sobre troncos de madera, y colorea con pinturas de uso doméstico con el fin de vender las obras para ganar dinero.
Desde su sencilla vida en la montaña, Gutiérrez atrae a visitantes de todo el mundo a su escondite en la montaña para conocerlo y observar sus obras.
¿Si vas a Nicaragua lo visitarías?